jueves, 29 de abril de 2010

El derretimiento de los hielos y la disolución de las culturas

Del Cambio Climático se conocen sus consecuencias especialmente a nivel económico y social; sin embargo, uno de los cambios más profundos y probablemente más traumáticos, es la desaparición progresiva de las tradicionales ceremonias y costumbres de los pueblos originarios.
En Sudamérica, los más afectados son las comunidades andinas. Recientemente, la BBC de Londres, publicó una nota sobre este tema, en el cual reflejaba la pérdida de la ceremonia del peregrinaje en honor del Señor de Qoyllur, en la comunidad Ukuku, en Perú. En esta ceremonia, un representante de este pueblo, vestido como uno de los héroes de un antiguo ritual inca, subía al glaciar Qolllqupunku, situado a 300 kilómetros de Cuzco para recoger un pedazo de hielo que luego compartiría con su gente.
El derretimiento de este glaciar, como consecuencia del cambio climático, hace peligrar la supervivencia de este rito que se celebra días antes de la festividad cristiana de Corpus Cristi.
“Cuando el pueblo vio que el hielo estaba desapareciendo, pensaron el Apu (señor, en quechua) Qoyllur Rit’i los estaba abandonando, por los pecados excesivos de la gente”, cuenta el ukuku Régulo Huamán a la cronista de BBC.
La nota también señala que la pérdida de agua está afectando a algunas especias de papas andinas, también presentes en muchos ritos tradicionales de las comunidades situadas en Los Andes. Tal es así que hay determinados tipos de papas que se utilizan en casamientos, bautismos y entierros.
También el cambio climático afecta la forma de producción y supervivencia de estas comunidades, debido a que los cambios en el régimen de lluvias afectan a muchas plantas que producen los tintes naturales para los tejidos.
A continuación, les dejo un vídeo sobre una cunbre indígena sobre Cambio Climático realizada el año pasado como testimonio de lo que estuvieron leyendo

jueves, 22 de abril de 2010

Un Dia de la Tierra…

Un Dia de la Tierra…

Del año 2010, finalizó en Cochabamba, Bolivia, la Conferencia de los Pueblos contra el Cambio Climático, con la propuesta de realizar para el año que viene un referéndum mundial sobre clima; con el pedido de crear un tribunal internacional sobre medio ambiente, y un llamado a los gobiernos de cerrar un acuerdo para reducir en un 50 por ciento la emisión de gases de efecto invernadero para el año 2020 en la próxima COP 16.

Dejando de lado las discusión planteada a partir de las declaraciones del presidente boliviano Evo Morales sobre los pollos y la virilidad masculina, la Conferencia determinó que el 22 de abril de 2011, se llevará a cabo una consulta popular a nivel planetario en la que deberán responder a cinco preguntas, entre ellas, si está de acuerdo en abandonar el modelo de sobreproducción y consumismo.

Por otra parte, la Conferencia en su declaración final pidió por la creación de un tribunal de justicia climático “para juzgar a quienes destruyen la Madre Tierra”. Y aquí me quiero detener: hace pocos días, el Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ) dio su veredicto en el conflicto entre Argentina y Uruguay por la instalación de las papeleras sobre las márgenes del río Uruguay. Un fallo sobre un tema ambiental, en el que ninguno de los países resultó afectado sobremanera, ya que las decisiones de este máximo tribunal tienen efecto diplomático más que un castigo en sí.

Y es que la CIJ es una última instancia a la cual recurren los Estados en el caso de no hallar salida a un conflicto, sea ambiental o no. Pero el problema es que a este organismo no pueden apelar los ciudadanos, ni las organizaciones civiles ni las empresas, como así tampoco imponer castigos ni sanciones; y me parece que ya es hora de que se cree un tribunal específico para cuestiones medioambientales. Cualquier persona que haga daño a la madre tierra tiene que ser sancionado, ya que se está haciendo un daño irreparable que a la naturaleza le llevarán años, tal vez siglos, recuperar. Y, más aún, siendo que uno de los propósitos para defensa del medio ambiente (que dicho sea de paso está especificado en los tratados internacionales) es la de conservarla para las futuras generaciones.